Desde hace más de medio siglo, el mundo ha conocido detalles perturbadores de cómo una práctica ancestral para despedir a los muertos estaba estrechamente relacionada con una fatal enfermedad. Se trata del kuru, una enfermedad muy rara. De acuerdo con algunos reportes médicos, se encontró entre personas de una comunidad en Nueva Guinea, una isla al
Desde hace más de medio siglo, el mundo ha conocido detalles perturbadores de cómo una práctica ancestral para despedir a los muertos estaba estrechamente relacionada con una fatal enfermedad.
Se trata del kuru, una enfermedad muy rara. De acuerdo con algunos reportes médicos, se encontró entre personas de una comunidad en Nueva Guinea, una isla al norte de Australia, quienes practicaban una forma de canibalismo.
Según ha trascendido, se comían los cerebros de las personas muertas como parte del ritual funerario.
Años después, las investigaciones médicas señalaron que el principal factor de riesgo para contraer el kuru era esa práctica que se centraba en el consumo de tejido cerebral humano. Esto ocurre porque puede contener partículas infecciosas.
Según ha trascendido, se comían los cerebros de las personas muertas como parte del ritual funerario.
Años después, las investigaciones médicas señalaron que el principal factor de riesgo para contraer el kuru era esa práctica que se centraba en el consumo de tejido cerebral humano. Esto ocurre porque puede contener partículas infecciosas.
Comer un cerebro eleva aún más el riesgo de contraer priones. Medios han informado que en los pacientes que la han padecido perdieron el control de sus emociones, luego funciones corporales y finalmente murieron. La palabra kuru, en el lenguaje nativo, significa temblar o tiritar.
Entre los síntomas que se han documentado están dolor de extremidades, problemas de coordinación, dificultad para caminar, dolor de cabeza, temblores, dificultad para deglutir, entre otros.
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