“El elixir de la eterna juventud está escondido en el único lugar en donde a nadie se le ocurre buscar, en nuestro interior” F. Javier Gonzáles Martin. Por: Nelsfomo El trabajo lo hizo Dios como castigo, por ahí dice una canción muy popular. Pero para la mayoría de la sociedad es la única manera de
“El elixir de la eterna juventud está escondido en el único lugar en donde a nadie se le ocurre buscar, en nuestro interior” F. Javier Gonzáles Martin.
Por: Nelsfomo
El trabajo lo hizo Dios como castigo, por ahí dice una canción muy popular. Pero para la mayoría de la sociedad es la única manera de mejorar su estabilidad económica, con el trabajo se logran muchas cosas, una casa, el sustento de la familia, viajes, gustos y uno que otro capricho. Muchos se cohíben de esos gustos por ahorrar para el futuro. El inconveniente es que ese futuro a veces nunca llega, o simplemente todo lo que se planeó y con lo que soñó se termina convirtiendo en nuestra peor opresión.
Esta establecido por la ley colombiana que para desempeñar un trabajo formal se tiene que pagar salud, pensión y riesgos profesionales. Queramos o no lo tenemos que hacer, no se sabe a ciencia cierta para donde va ese dinero, o cuál es su verdadero uso. En cuanto a la salud nos tenemos que enfrentar a algunos dilemas, si estamos trabajando es complejo asistir a una cita médica, aunque ciertas molestias lo requieran, siempre pensamos más en nuestras labores que la salud. Algunos trabajos requieren atención casi que completa y es bastante difícil sacar tiempo para una cita y el poco tiempo libre que se tiene es en la noche o los fines de semana. y obtener atención medica en esos horarios es algo complejo a no ser que sea una emergencia. Entonces, la plata que pagamos por salud la mayoría de los trabajadores no la usan o mejor no usamos el servicio médico mientras trabajamos por lo que las aseguradoras se estarían ahorrando ese dinero.
Claro está que este servicio básicamente no se usa porque se está trabajando, pero de requerirlo se supone que están prestos para atender a sus usuarios. Algo que difiere con la realidad, porque no siempre sacar una cita médica es sencillo, se requiere de armarse de mucha paciencia, ya que uno se puede encontrar con largas filas o con teléfonos que timbran y nunca contestan, o con contestadoras que le repiten un discurso hasta por horas. Parece que llamar para sacar citas lo primero que se requiere es tener un plan de minutos ilimitados. Si sacar una simple cita es desgastante ahora imagínese el traumático proceso de exámenes y mucho más si se requiere de cirugías.
Entre este tire y afloje de las aseguradoras, muchos han muerto esperando una cita médica o una cirugía, otros tantos se han muerto en las puertas de los hospitales esperando ser atendidos, terceros sufren al ver a sus seres queridos postrados en una camilla esperando una remisión o han sido víctimas del macabro juego del paseo de la muerte. Entre convenios y convenios se les va la vida. El gobierno ha “tratado” de poner en cintura las entidades promotoras de salud (EPS), algunas se han declaro en quiebra o han cerrado sus servicios mientras cambian de razón social. Cuando el verdadero trasfondo del problema sigue activo, una pésima atención al usuario, donde lo único que importa es si su pago está al día mas no por mejorar sus servicios.
El sistema de salud colombiano tiene la característica de estar formado por dos sistemas, el régimen contributivo (privado) y el régimen subsidiado (gratuito) por medio del Sisbén. Ambos regímenes deben proporcionar cobertura universal, acceso por igual a medicamentos, procedimientos quirúrgicos, servicios médicos y odontológicos. Las estadísticas dicen que Colombia es el país de América Latina con cobertura más alta en salud, superando el 95% de su población. Lo cierto es que, acceder a los servicios de salud en Colombia como lo ordena la ley sigue siendo una utopía.
La población colombiana que ha trabajado toda su vida, y que se quieren retirar a descansar y pasar los últimos años de su vida tranquilos, fueron pagando cada mes durante años un aporte pensional para que cuando se llegue el momento finalizar su vida laboral, reciban una prestación económica mensual que les aliviara sus temores económicos y les permitirá vivir en paz. Después de tantos años de esfuerzos y trabajos es lo mínimo que se merecen. El sistema General de Pensiones está compuesto por dos regímenes: Los fondos privados Régimen de Ahorro Individual con solidaridad (RAIS), los aportes para pensión se administran en una cuenta individual a nombre del afiliado, la cual genera rendimientos para crecer su capital para financiar una pensión en su etapa de jubilación. Mientras que, en el Régimen de Prima Media (RPM) es una empresa del estado administrada por Colpensiones, el ahorro se va a una bolsa común, que, junto con un subsidio del estado, financian las mesadas de los pensionados.
Los requisitos para obtener la pensión varían. En el Régimen de Prima Media, se requiere cumplir con mil 300 semanas cotizadas y 57 años para las mujeres y 62 para los hombres. Por su parte, el Régimen de Ahorro Individual con Solidaridad exige acumular un capital pensional que permita al afiliado tener una pensión equivalente al 110% del salario mínimo legal mensual vigente, o de otro lado, cumplir con los requisitos de garantía mínima pensional. Es por eso que es muy importante asesorarse muy bien al momento de elegir el régimen pensional o decidir sobre la conveniencia de un traslado, analizar muy bien las diferentes opciones que estos fondos ofrecen. Para poder solicitar un traslado es necesario tener en cuenta que se requiere haber tenido una permanencia mínima de 5 años, y que ese traslado solo se puede solicitar a más tardar para mujeres a los 46 años y hombres 51 años.
El sistema general de pensiones tiene por objeto garantizar a la población que cumpla con los requisitos establecidos, el amparo contra las contingencias derivadas de la vejez, la invalidez o la muerte, según lo describe el artículo 10 de la ley 100 de 1993. Hasta aquí, el panorama pinta muy bien. Una vejez digna, pero la realidad es otra, es muy triste y oscura para muchos que imaginaron los últimos años de su vida en paz convertidos en largas filas, sosteniendo en sus ya temblorosas manos por la rabia, la frustración, el frio, la vejez y hasta el cansancio papeles que confirman su edad y semanas cotizadas para recibir su pensión. Nunca se presentaron problemas a la hora de hacer el pago, pero cuando de recibir la retribución se trata, se fijan hasta en el más mínimo detalle para obstaculizar su derecho acumulado durante años. No se está pidiendo un favor, es un derecho, es plata que cada uno aportó con grandes esfuerzos.
Pareciera que pensionarse en Colombia es como ganarse la lotería, cada año las reglas cambian, tanto así que, el periodo de aportes pasó de mil 250 semanas a mil 275 y hoy vamos en mil 300. Al parecer el incremento va a seguir, así que para las futuras generaciones o incluso las nuestras no tendremos derecho a pensionarnos. El tipo de contratación profesional ha cambiado, poca estabilidad laboral, disminución de empleo por la tecnología, desencadenando así un alto nivel de informalidad. Según las estadísticas solo 3 de cada 10 personas ocupados cotizan al régimen pensional. El país envejece, con menos gente cotizando, sumando así las pocas probabilidades de pensión.
El estado en el último año ha pagado más de $41 billones para financiar las pensiones de dos millones de personas, pero lo más frustrante es saber que los subsidios del régimen público se dirigen a financiar las pensiones más altas (los funcionarios públicos que han desangrado el país y ven sus cuentan bancarias engordarse a la par de ellos) en detrimento de quienes menos devengan (los que de verdad han levantado este país, y trabajan de sol a sol) enfrentándose con reclamos a un sistema lo que por ley les pertenece. Por eso es importante hacer en Colombia una reforma pensional, pero como hacerla cuando los que hacen estas leyes están protegidos y si o si recibirán sus costosas mesadas pensionales. La película recomendada para hoy es inglesa, pero nos pasea por una radiografía nacional que nos lleva a recorrer los difíciles caminos de la clase menos favorecida en búsqueda de su pensión. Todas esas espinitas que ponen en el camino, no es más que una trampa para prolongar la agonía de unas almas desesperadas.
El film YO, DANIEL BLAKE (I, DANIEL BLAKE) es una cinta dirigida por Ken Loach, uno de los directores de cine y televisión más laureados del Festival de Cannes, alzándose en este festival con 10 premios en distintas categorías, entre ellos ganando en dos oportunidades la Palma de Oro y obteniendo en otros importantes festivales más de 10 premios. También es conocido por su estilo de realismo social y temática socialista. La película Yo, Daniel Blake, obtuvo mayormente críticas positivas y esto dio lugar a ser proyectada en cines de Estados Unidos y obtener numerosos reconocimientos. Se estrenó en el Festival de Cannes en el 2016 donde ganó la Palma de Oro, y también se alzó con un Premio BAFTA como mejor película en 2017, en total este film ganó 8 premios en importantísimos festivales.
La cinta está protagonizada por Dave Johns, es un actor, comediante y escritor inglés, conocido internacionalmente por protagonizar esta película. Y comparte créditos con Hayley Squires, una actriz y dramaturga inglesa, apareció numerosas veces en la televisión, pero es más conocida por esta cinta. El film narra la historia de Daniel Blake, un carpintero de 59 años de Inglaterra que cae enfermo por primera vez en su vida, víctima de problemas cardiacos y requiere asistencia estatal. A pesar de que el médico le ha prohibido trabajar, la administración le obliga a buscar un empleo si no quiere recibir una sanción. Mientras intenta superar los obstáculos burocráticos que le impiden acceder a la asistencia, en la oficina de empleo conoce a Katie, una madre de dos pequeños soltera que, para escapar de un albergue de personas sin hogar, debe mudarse a una residencia, pero no tiene trabajo y mucho menos dinero. Prisioneros de la maraña administrativa intentarán ayudarse mutuamente.
Pareciera que el estado les hubiera declarado la guerra a los pobres, un sistema que acaba destruyendo a los ciudadanos que debería proteger. En todos estos procesos burocráticos someten a las personas a adentrarse en un círculo vicioso cuyo fin es desgastar, humillar y eliminar a aquellos que recurren al estado para reclamar sus derechos. Es verdad que la pandemia nos ha traído una avalancha de tecnologías, aquellos que no están al tanto están obligados al olvido, pero también es cierto que la tecnología no está al alcance de todos, y mucho menos de los ciudadanos en situaciones de precariedad o si son ancianos, jubilado, analfabetas, etc. Todos estos procedimientos a través de lo digital aumentan la brecha entre quienes tienen o no acceso a estos servicios, incluso llevan estas personas a no ser reconocidas por el sistema, cuando en plena era digital la “mayoría” de procedimientos estatales se hacen por este medio.
Parece que el modelo perfecto del gobierno es un sistema que maltrata a la ciudadanía, y que bajo la apariencia de que está trabajando para su bienestar, olvida sus derechos fundamentales beneficiando una minoría, mientras excluye al resto de la población, amparándose en las normas, los procedimientos administrativos y protocolos en vez de tener en cuenta la individualidad de cada uno, es así como termina convirtiendo a las personas en un número de expediente que no tiene rostro ni sentimientos , en vez de escucharlos y establecer una relación de comprensión y ayuda. Pero, lejos de ello, se amparan en circuitos establecidos para expulsarlas lo antes posible.
Es mejor reestructurar nuestra manera de gastar el dinero, de invertir, desarrollar nuestra propia economía y no esperar nada del gobierno. Lo terrible es que no tenemos que imaginar ningún futuro para encontrar los signos de un sistema abusivo y podrido, donde las personas somos clientes o cifras cuyos problemas se despachan con absoluta indiferencia. No deje de ver la cinta Yo, Daniel Blake, en Netflix y descubra con este film todas las atrocidades que esconden los gobiernos, esos gobiernos que quizás usted y yo una vez hemos defendido. No espere a jubilarse para llevar la vida que siempre ha querido, no espere nada de nadie, cree y cultive su propio destino.
Todos aquellos que han visto a sus abuelitos o padres aferrarse a unos papeles cada vez más desgastados que ellos, mientras recorren el camino tormentoso de una pensión, está dedicada esta cinta. Es una verdad dolorosa a la que se tiene que enfrentar la mayoría de la población en el mundo, no es de un país, es de una sociedad que cree que por estar arriba puede humillar a los de abajo. No importa cuánto dinero haya acumulado a lo largo de su vida, lo cierto, es que hasta el momento no existe un muerto con trasteo, todo el orgullo y las banalidades de la vida se terminan con la muerte. Y recuerde, Comparta cultura; comparta una película.
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