El reconocimiento de esa “ingobernabilidad” es la clave de toda recuperación. Por: Juan Carlos Niño Niño El testimonio de Fredy Guarín es absolutamente conmovedor. Un individuo reconociendo -hasta la médula de los huesos- que no puede tomarse la primera copa, totalmente derrotado, lo que en palabras de Alcohólicos Anónimos es admitir que “éramos impotentes ante
El reconocimiento de esa “ingobernabilidad” es la clave de toda recuperación.
Por: Juan Carlos Niño Niño
El testimonio de Fredy Guarín es absolutamente conmovedor.
Un individuo reconociendo -hasta la médula de los huesos- que no puede tomarse la primera copa, totalmente derrotado, lo que en palabras de Alcohólicos Anónimos es admitir que “éramos impotentes ante el alcohol, que nuestras vidas se habían vuelto ingobernables”.
El reconocimiento de esa “ingobernabilidad” es la clave de toda recuperación, teniendo Guarín la punta de lanza para consolidar su proceso -similar a una concentración futbolística- porque sin esa admisión se estaría condenado al fracaso, quedando ahora un largo camino por recorrer, que sin duda ha iniciado el excentrocampista del Inter de Milán, con su reciente graduación de sobriedad en la “Fundación Caminando Hacia La Luz”.
A Guarín le esperan incontables partidos, diversos campeonatos de fogueo, cientos de tiros libre y tiros de esquinas, un puñado de pases de centro campista y su espectacular tiro de larga distancia, para consolidar plenamente su vida en sobriedad, tan similar a lo que se denomina un proceso futbolístico -como diría mi amigo de infancia y fiel hincha juniorista Robert Morales- en donde el talentoso jugador debe empezar a buscar las causas reales que lo llevaron a beber, encontrar con suma minuciosidad -preferiblemente con lupa- en dónde reside el origen de ese “quiebre del alma”.
Y es que nadie bebe por beber, nadie consume por consumir, ni siquiera nuestro querido Fredy Guarín, quien aun tocando las puertas del cielo con el Inter de Milán, no fue suficiente para frenar esa enfermedad progresiva y fatal, llegando incluso con “guayabo” a los partidos, por lo que no necesariamente los logros laborales y económicos, personales o profesionales, o los grandes triunfos o reivindicaciones, son suficientes para dejar de beber, sino al contrario tanta “grandilocuencia”, se convierte en un combustible letal para consumir aún más, porque infortunadamente “una copa no basta y mil no son suficientes”.
Entre los doce (12) pasos de Alcohólicos Anónimos, está “sin miedo hicimos un minucioso inventario moral de nosotros mismos”, porque en la medida que Guarín identifique de manera exacta y veraz lo que lo llevó a beber, puede iniciar un proceso para afrontar esas causas estructurales del consumo, o en otras palabras esos detonantes emocionales, que fueron el origen o el génesis de ese consumo compulsivo.
Y Freddy Guarín sin darse cuenta -probablemente está enterado de eso- ha adelantado el octavo (8) paso de Alcohólicos Anónimos, al hacer “una lista de todas aquellas personas a quienes habíamos ofendido y estuvimos dispuestos a reparar el daño que les causamos”, porque es evidente su reconocimiento claro y directo de hacerle daño a su familia y seres queridos, y con su testimonio de abstención está reparando en algo esa afectación -incluida supuesta violencia intrafamiliar- por lo que ahora le espera una reparación más directa, personal, con hechos contundentes para demostrar y generar confianza a esas personas.
A Guarín no le espera un camino nada fácil. No es solo alcanzar la sobriedad, sino mantenerla día a día, con un arduo trabajo -incluida la reparación constante, y las reuniones de Alcohólicos Anónimos- porque la misma Organización Mundial de la Salud (OMS) ha reconocido que el alcoholismo es una enfermedad progresiva y fatal, que se detiene, pero no se cura -como la diabetes- porque en la medida que Fredy Guarín vuelva a tomar la primera copa, se dispara nuevamente la compulsividad por beber, y beber significa morir.
Coletilla: Este Columnista pasa actualmente la temporada de diciembre en Yopal -adelanto virtualmente mi trabajo en el Congreso- y no deja de preocuparme un síntoma diciente y letal del creciente alcoholismo en la Capital de Casanare:
Es ver personas de cualquier edad, condición social o situación económica, consumiendo alcohol entre semana, en horas laborales, sin siquiera esperar que sean las seis de la tarde, sin tener problemas ni pudor de estar sentado en una tienda o bar al medio día o en horas de la tarde, con mesas repletas de botellas de cerveza, con la trillada y falsa premisa de “tomar algo” para la sed.
Esa desconexión etílica -entre semana- es una prueba irrefutable que cada uno de esos consumidores “anormales”, tienen un serio y avanzado problema, no solo de consumo sino del mismo sentido de sus vidas, que se refleja en una enfermedad tan dolorosa y compleja como el alcoholismo.
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