Audio: https://www.spreaker.com/user/8676384/2022-01-31-05-44-12-computer-record_1 ¿Será que una vez más podemos comprobar que Colombia es muy de malas? En menos de una semana los dos símbolos deportivos que la unifican para solventar su pesimismo, han caído derrumbados. El terrorífico accidente sufrido por Egan Bernal lo pone al borde de arruinar la más grande esperanza de nuestro ciclismo en el inmediato
Audio: https://www.spreaker.com/user/8676384/2022-01-31-05-44-12-computer-record_1
¿Será que una vez más podemos comprobar que Colombia es muy de malas? En menos de una semana los dos símbolos deportivos que la unifican para solventar su pesimismo, han caído derrumbados.
El terrorífico accidente sufrido por Egan Bernal lo pone al borde de arruinar la más grande esperanza de nuestro ciclismo en el inmediato futuro de las grandes vueltas europeas. La incapacidad de los jugadores de la Selección Nacional de meter un gol en más de 600 minutos de juego, destruye el orgullo y mata la otra esperanza, la de ver la bandera tricolor en alguno de los estadios de Qatar donde se jugará la Copa Mundo.
Con esa tendencia macabra de nuestra formación ancestral, resulta más fácil para muchos compatriotas atribuirle ese par de situaciones al destino o a la divina providencia. Y lo hacen porque al no señalar personas o entidades como verdaderos motivadores de sus fracasos, no se genera responsabilidad y repitiendo una y otra vez que somos muy de malas no afrontamos la verdad. Pero si miramos detalles de las dos situaciones vividas, podemos encontrar que lo del fútbol y lo del ciclismo no ha sido cosa del destino sino el resultado de una suma de comportamientos equivocados.
El INEOS, el equipo donde corre Bernal es el equipo de más alta categoría mundial y si quería que su figura cimera entrenara sin riesgos para mejorar sus registros en contrarreloj debería haberle tenido no solo un carro de escolta que fuera detrás de él sino uno más que viniera adelante, no tanto para marcar el ritmo como para detectarle los obstáculos en la vía a un ciclista agachado, que no mira sino al suelo en esa clase de carrera en que se preparaba. No entender los peligros que se corren en carreteras como las nuestras solo mirando al piso es una irresponsabilidad mayúscula.
En lo de la selección futbolera hay una conjunción de responsables aupadas por el coro de brujas parlanchinas que suben ídolos con previos contratos verbales de promoción. Las maneras siempre en juicio cómo se maneja directivamente el futbol colombiano. La indisciplina de los jugadores, hinchados en su soberbia por los sabios comentaristas, sus managers sedientos de titulares y de valorizar sus pases y hasta las oficinas de relaciones públicas de los equipos en donde juegan.
Las canonjías incalificables que han permitido que prodiguen los entrenadores para satisfacer sus aparentes favoritismos. Pero, sobre todo, el desprecio que se siente por jugar en un equipo colombiano porque la meta de todos, jugadores, dueños y aficionados es poder jugar en las ligas extranjeras que dan plata y nombradía.
Todo ello ha ayudado a redondear el fenómeno. No es que seamos muy de malas. Es que no nos gusta ni permitimos señalar a los responsables de los fracasos.
Gustavo Álvarez Gardeazábal
El Porce, enero 31 del 2022
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