La evolución del sistema eléctrico español en los últimos trece años ha sido drástica. Entre 2011 y 2024, el sistema eléctrico español ha logrado una transformación histórica al reducir en casi tres cuartas partes sus emisiones de CO₂ vinculadas a la generación de electricidad. Este avance no solo refleja un cambio tecnológico, sino también una
La evolución del sistema eléctrico español en los últimos trece años ha sido drástica.
Entre 2011 y 2024, el sistema eléctrico español ha logrado una transformación histórica al reducir en casi tres cuartas partes sus emisiones de CO₂ vinculadas a la generación de electricidad. Este avance no solo refleja un cambio tecnológico, sino también una estrategia estructural que combina políticas públicas, innovación y mayor peso de las energías renovables. En un contexto europeo de transición energética, España se consolida como referente en la lucha contra el cambio climático y en la construcción de un modelo energético más limpio y sostenible, de acuerdo con el reporte creado por papernest.
Del carbón a la energía limpia: una transición acelerada
La evolución del sistema eléctrico español en los últimos trece años ha sido drástica. En 2011, las emisiones de gases de efecto invernadero superaban los 80 millones de toneladas, mientras que para 2024 la cifra se estima en poco más de 21 millones. Esta reducción de casi el 74% sitúa al país a la vanguardia de Europa occidental, con una intensidad de emisiones en 2023 de apenas 130 gramos de CO₂ por kilovatio hora, frente a los más de 300 gramos de principios de la década pasada, según datos de papernest.
El motor principal de este cambio ha sido la desaparición progresiva del carbón en la generación eléctrica. En apenas una década, esta fuente ha pasado de aportar más del 15% del mix energético a convertirse en casi irrelevante. Paralelamente, las energías renovables —especialmente la eólica y la solar— han duplicado su participación, superando por primera vez en 2023 el 50% de la generación total, lo que supone un hito para el país.
A este giro estructural se suma la presión regulatoria y las políticas climáticas europeas. España ha alineado sus metas con el sistema de comercio de emisiones de la UE y con el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC), lo que ha favorecido inversiones en renovables y ha consolidado un marco de estabilidad. La innovación tecnológica en digitalización, almacenamiento y eficiencia también ha permitido integrar energías intermitentes sin comprometer la seguridad del suministro.
España frente a Europa: liderazgo en descarbonización
En el contexto europeo, el avance español resulta especialmente notable. Según datos de Eurostat, las emisiones vinculadas al suministro de electricidad y gas se redujeron un 43% en la Unión Europea entre 2013 y 2023. Sin embargo, España consiguió un recorte cercano al 74% desde 2011, una diferencia que lo coloca entre los países más adelantados de la región.
Esta posición sitúa a España en el mismo nivel que referentes de la transición energética como Dinamarca y Portugal, y muy por encima de economías aún dependientes del carbón, como Alemania o Polonia. El rápido desmantelamiento de térmicas en menos de una década explica gran parte de esta ventaja, junto con las sucesivas subastas de energías renovables celebradas desde 2017 que han multiplicado la capacidad instalada de solar y eólica.
El marco regulatorio español, estable y alineado con el Green Deal europeo, ha sido otro factor diferencial. Además, la flexibilidad técnica proporcionada por las interconexiones y los ciclos combinados ha favorecido una integración más ágil de renovables. Todo ello convierte la reducción de emisiones no solo en un éxito ambiental, sino también en una ventaja competitiva.
Pese a estas dificultades, la dirección es clara: España ya ha demostrado que la descarbonización del sistema eléctrico es posible, rápida y segura. Si consigue superar los cuellos de botella pendientes, podrá consolidarse como líder europeo en energía limpia. La combinación de renovables, electrificación de sectores estratégicos e inversión en infraestructura será clave para transformar la acción climática en una ventaja económica y social duradera.
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