Mujeres como ella, con tanto temple, dignidad y valentía son muy pocas en esta sociedad machista. En Cali, la ciudad que tanto amó y defendió, murió tranquilamente el sábado pasado una de las mujeres más excepcionales que haya dado la tierra vallecaucana: Elly Burkhardt de Echeverry. Su mérito no fue ser la primera arquitecta graduada
Mujeres como ella, con tanto temple, dignidad y valentía son muy pocas en esta sociedad machista.
En Cali, la ciudad que tanto amó y defendió, murió tranquilamente el sábado pasado una de las mujeres más excepcionales que haya dado la tierra vallecaucana: Elly Burkhardt de Echeverry.
Su mérito no fue ser la primera arquitecta graduada en la Universidad del Valle. Ella fue el motor y la realizadora de muchas de las transformaciones que Cali tuvo en la segunda mitad del siglo XX. Su imaginación y su capacidad de ordenar el futuro con gestas atrevidas pero realizables la llevaron a ser la diseñadora e impulsadora del Bulevar de la Avenida Colombia, la promotora de que el barrio Ciudad Jardín fuese una urbanización cargada de los árboles que caracterizaron a Cali en sus barrios señoriales.
Y, como si fuera poco, la ideóloga del Orquideorama como una antigua construcción de los trapiches coloniales. Puso la mano en las construcciones y colegios de Comfandi, en las ampliaciones del Museo La Tertulia y su empuje para que sacáramos adelante el Movimiento Cívico con Pardo Llada, del que fue excelsa concejal.
Quienes tuvimos el privilegio de trabajar con ella al lado de sus orquídeas y en muchas de sus facetas cívicas y profesionales y nos sentamos juntos en las curules de aquel Concejo Municipal Admirable de 1978, encontramos entonces y siempre una amiga sincera, capaz de jugársela por uno o de reprender con fuerza de mamá correctora.
Zurcida y empequeñecida por los años no perdió su conexión con el trascurrir así fuera consciente de su envejecimiento y de la pérdida de ese atrevimiento y don de mando que la caracterizó. Sabía que estaba próxima a partir (duró hasta los 94 años) pero quienes le oíamos a través del hilo telefónico le perdonábamos sus desfases temporales porque al final lo único que verdaderamente quería decirnos era que había sido feliz.
Con todo derecho lo fue. Mujeres como ella, con tanto temple, dignidad y valentía son muy pocas en esta sociedad machista.
Gustavo Álvarez Gardeazábal
El Porce, febrero 5 del 2024
Deja un comentario
Su dirección de correo electrónico no será publicada. Campos obligatorios *